domingo, 20 de marzo de 2016

Refugiados sirios recorren miles de kilómetros con sus gatos




No hace falta ser voluntario en una protectora para saber qué fácil le es a muchas personas deshacerse de sus gatos o perros cuando les suponen una incomodidad. ¿Cuantas veces lo habréis visto en páginas de facebook, en personas que buscan casas de adopción para animales, e incluso directamente de la boca de gente que conocemos?

"Ha llegado un bebé a casa y no puedo ocuparme de él". "Me cambio a un piso en el que no me dejan tener animales. Busco una familia que lo quiera mucho...". "Hace cinco años que lo tengo y ahora me ha salido una alergia terrible a los gatos y lo regalo". "Me voy a vivir fuera y no puedo llevármelo. Si no lo quiere nadie lo tendré que llevar a la protectora".

Parece que a veces nos olvidamos de que son miembros de nuestra família, que dependen de nosotros y que evidentemente, lo van a pasar realmente mal al separarse de nosotros. ¿Realmente hay personas que nunca llegan a crear ese vínculo con ellos? ¿Que les importan tan poco como para ser capaces de coger un día, dejarlo atado a un árbol y irse sin mirar atrás?
Sin embargo siempre hay historias que nos sorprenden. Gente de la que deberíamos aprender, que deberían servir de ejemplo. Que lo están pasando realmente mal, y ojala sólo fuera una alergia por lo que están pasando. Pero que jamás pensarían en dejar a su gato o a su perro atrás, ni siquiera se lo plantean. Si tenemos que huir de nuestro país huiremos juntos. Si tenemos que cruzar el mar en un barco, lo cruzaremos juntos.

Y volveremos a empezar, de nuevo, siempre juntos.

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